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Arqueólogos se niegan a abrir la tumba del primer emperador de China por trampas explosivas

Qin Shi Huang fue el primer emperador de la dinastía Quin y el primero en unificar los reinos que habitaban el país asiático. La tumba se encuentra localizada en uno de los complejos funerarios más famosos del mundo, pero aunque los arqueólogos la tienen perfectamente identificada aún no se han dispuesto a abrirla. El motivo no es que teman una posible maldición. Hay varios porqués y son (ligeramente) más mundanos.

La tumba del emperador es solo un apartado del complejo funerario del siglo III a.e.c. El elemento más popular de este complejo es el ejército de estatuas de terracota descubierto durante la década de 1970. Se cree que unas 8.000 estatuas de guerreros a tamaño real que custodian la necrópolis, y con 2.000 desenterradas ya aún se siguen hallando nuevas efigies. Las últimas en 2022.

El mausoleo del emperador que llevó a China del periodo de los reinos combatientes a su etapa imperial se encuentra en la provincia de Shaanxi, en la China central, y está catalogada en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

Sin embargo una colina resiste a las herramientas de los arqueólogos. La tumba del emperador sigue intacta. Antropólogos e historiadores saben de su inmenso valor y sin embargo se abstienen de adentrarse en ella. Tienen importantes motivos para ello, algunos más mundanos y otros que pueden recordarnos a las películas de Indiana Jones.

El primero, por ejemplo, son las posibles trampas. Quizá sea el menos relevante, puesto que es poco probable que unas trampas de 2.200 años de antigüedad puedan seguir funcionando. Se desconoce además si estas trampas realmente existen o si fueron inventadas por las autoridades o los cronistas de la época para disuadir a potenciales saqueadores. Al fin y al cabo las tumbas imperiales son un objetivo suculento para estos.

Pero hay un elemento que disuade a los arqueólogos por el peligro que supone para su salud: el mercurio. Ríos de mercurio. Esta posibilidad también se basa en escritos de la época, pero existen indicios científicos de que este elemento esté muy presente en la tumba.

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