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Fue rechazado por la NASA y Boeing y ahora logró construir una compañía de cohetes de 1.800 millones

Peter Beck siempre soñó con enviar un cohete al espacio. Para conseguir su sueño, se acercó a la NASA y a Boeing para solicitar una plaza de pasantía y mostrar el prototipo que había creado. Sin embargo, le cerraron la puerta y rechazaron su oferta. Pese a la frustrante situación no se detuvo. Hoy tiene una compañía de cohetes valorada en 1.800 millones, aquí su historia.

Rechazo y superación definen el camino de Beck. Así lo cuenta el emprendedor en una reciente entrevista para CNBC, donde explica el origen del proyecto que lo llevaría a montar una importante compañía aeroespacial.

A principios de 2006, Peter Beck realizó un «peregrinaje espacial» a Estados Unidos. El neozelandés siempre soñó con enviar un cohete al espacio. Incluso se saltó la universidad por ese motivo, mientras aprendía de un fabricante de herramientas para poder aprender a trabajar con sus manos. En su tiempo libre creaba modelos de cohetes y propulsores.

Para su viaje a Estados Unidos preparó una bicicleta cohete impulsada por vapor que viajaba a casi 150 kms/h. Por ese entonces, el emprendedor que tenía 17 años esperaba que sus experimentos fueran lo suficientemente buenos para convencer a la NASA o compañías como Boeing para que lo contrataran como pasante. Sin embargo, el resultado no fue el esperado: vivió el rechazo en carne propia.

«A primera vista, aquí hay un ciudadano extranjero que se presenta en una base de la Fuerza Aérea estadounidense haciendo un montón de preguntas sobre cohetes, eso no se veía bien desde un principio», confiesa Beck, ahora de 45 años.

Aún así, se enteró de que pocas compañías estaban construyendo lo que él quería construir: cohetes suborbitales livianos para transportar pequeños satélites. En el vuelo de regreso a Nueva Zelanda, trazó su futura puesta en marcha, incluso dibujó un logotipo en una servilleta, recuerda.

Tener que convencer a los inversionistas para que respalden a alguien sin un título universitario en una industria en la que ni siquiera podría conseguir una pasantía no sería fácil. El fracaso lo alejaría aún más de su sueño de toda la vida.

Con viento en contra y sin conseguir un trabajo aeroespacial ni contratos con inversionistas para su proyecto, Beck decidió lanzar su empresa Rocket Lab, más tarde ese mismo año (2006). ¿Por qué lo hizo?

«Clasificaría mi trabajo como tomar un riesgo enorme y luego mitigar ese riesgo al enésimo grado. Dado eso, tienes que ver las ventanas de oportunidad y correr hacia ellas. A veces, puedes correr grandes riesgos. A veces, debe ser muy seguro y metódico sobre cómo salirse de las situaciones. Controla las cosas que puedes controlar y reconoce las cosas que no puedes controlar», agrega el emprendedor.

Beck explica que dirigir una compañía de cohetes es algo así como una escena en «Indiana Jones», donde es perseguido por una bola gigante. «Tienes que ejecutar sin problemas, porque en el momento en que no lo haces, las consecuencias pueden ser terminales para la empresa con bastante rapidez», argumenta.

Los inicios de la compañía fueron muy complicados para su CEO ya que nada sucede sin financiación en este negocio. «Cuando comencé Rocket Lab, corría por Silicon Valley tratando de recaudar 5 millones. En ese momento, esa era una cantidad absurda de dinero para una puesta en marcha de cohetes. La puesta en marcha de un cohete era absurda (en general), solo existía SpaceX por ese entonces», señala.

 

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