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Genio accidental: se golpeó la cabeza y se convirtió en un prodigio musical: hay 130 casos como el suyo

Fue un día de octubre de 2006. Unos dieciocho años, atrás la vida de Derek Amato, un director de ventas, un hombre corriente de 40 años, cambiaría por completo.

Amato se había reencontrado con sus amigos de la secundaria de Denver. Era un día soleado, para disfrutar y cocinar al aire libre.

Mientras jugaban con una pelota de fútbol americano,

Amato se tiró a la pileta para atrapar un lanzamiento. Se tiró de cabeza en la parte menos profunda de la piscina y se estampó contra el cemento. El costado izquierdo de su cráneo rebotó y el agua empezó a enrojecer.

Lo trasladaron de urgencia al hospital más cercano. Le diagnosticaron una conmoción cerebral severa, que lo hizo dormir durante cinco días. Cuando por fin despertó, le dieron el alta.

Fue a la casa de un amigo que tenía un piano en un rincón del living. Amato sintió una atracción extraña, irresistible, la necesidad de sentarse y tocar.

La música le brotaba por los poros, pero él nunca había tomado siquiera una clase de piano. Tan solo había experimentado esporádicamente con la guitarra y la batería cuando era niño.

“Mi mente parecía producir cuadrados blancos y negros, que se movían de izquierda a derecha en secuencia. Los cuadrados parecían representar una guía, que le decían a mis dedos hacia dónde ir en el piano”, recordó.

Y entonces se sentó frente al piano. Durante cinco horas, sin parar, tocó acordes y melodías complejas, que ningún principiante podría producir. “Estaba haciendo cosas que no sabía que podía hacer”.

El talento se convirtió de a poco en una compulsión. Era incapaz de resistir a los estímulos de su cabeza, a las notas musicales, los cuadrados blancos y negros que aparecían frente a sus ojos y guiaban sus dedos en el piano.

A partir de su accidente, Amato hizo una carrera en la música. Disfruta de componer baladas en el piano con un estilo similar al de Elton John, según cuenta.

Al cabo de unas semanas, ya con su talento musical repentino asimilado, Amato buscó explicaciones en internet.

Amato se puso en contacto con el doctor Treffert, quien lo evaluó durante años a distancia y quien lo diagnosticó sin vacilaciones con el síndrome de savant o del sabio, una condición más frecuente en personas con autismo (se calcula que el 10% de ellos tiene talentos excepcionales en un área específica).

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