Un descanso eterno ayudando al medio ambiente: crean un ataúd biodegradable de 1.000 dólares

Los seres humanos contaminamos desde el primer día de nuestra vida hasta tiempo después de nuestro fallecimiento. Esto último es así debido a nuestra última voluntad en términos de cremación o enterramiento. El primer caso implica el uso de energía calorífica al necesitarse mucha temperatura en el interior de la estancia. En el caso de la segunda posibilidad, muy posiblemente se haga uso de un ataúd de madera, con lo que implica en términos de producción y, por supuesto, tala de árboles.
¿Te gustaría dejar este mundo cumpliendo una última contribución por el Planeta? Una empresa situada en Holanda está creando lo que se conoce como ataúdes sostenibles. Se trata de una propuesta que tiene como principal objetivo favorecer la descomposición del cuerpo a través del uso de micelio. Esto no es más que el conjunto de hifas que forman la parte vegetativa de un hongo. El hongo, de hecho, es una mísera parte de lo que ocurre, en realidad, bajo tierra. De hecho, es considerado el ser vivo más grande que jamás ha existido, ostentando el récord desde 1998.
Veamos, por tanto, cómo funciona el ataúd que pretende incorporar micelio con el objetivo de permitir un proceso de desaparición del cuerpo mucho más rápido que a través de cualquier otro medio. Además, se contribuye a la naturaleza de forma efectiva y, de igual modo, se reduce considerablemente nuestra huella de carbono tras perecer. He aquí las claves de Living Cocoon, que es como así se denomina este curioso ataúd verdaderamente sostenible.
Loop es la empresa que está creando esta curiosa tecnología, mientras que Bob Hendrikx es la persona de 27 años encargada de tu apuesta. Se trata de una apuesta que tiene como principal objetivo revolucionar la industria de los ataúdes para evitar el uso de recursos como la madera o los metales, cuya degeneración puede llevar muchos más año que el uso de otros elementos como el micelio.
Este arquitecto apuesta por una extensión en el uso de esta técnica con el objetivo de reducir la contaminación. Sus principales fortalezas son la abundancia de este material, su crecimiento rápido y, por supuesto, lo barato que es. El cuerpo, digámoslo así, de un hongo es capaz de adaptarse a múltiples ecosistemas, por lo que podría ser utilizado para muchas más actividades. De hecho, Hendrikx cree que es posible su incorporación en el sector de la construcción para edificios de una sola planta o doble altura.
Aun así, existía un problema principal. El micelio, en ocasiones, crece de forma descontrolada, por lo que es necesario paralizar este proceso en un momento dado. ¿Imaginas un cementerio en el que esta composición brotara de forma completamente desordenada? Para evitarlo, recurrió a Bob Ursem, el director científico del Jardín Botánico de la Universidad Tecnológica de Delft. Ursem sugirió que el micelio se colocara en un estado de latencia, es decir, vivo pero sin crecer. Secar el hongo a fuego lento lo vuelve inactivo, por lo que se evitaría el principal problema de esta revolucionaria técnica.
La decisión a la hora de crear ataúdes a base de micelio fue clara. Se utilizaría micelio sin modificar en el área externa y en la interna se introduciría el modificado para que permaneciese latente. De igual modo, se incluirían sustratos con el objetivo de desarrollar el crecimiento del propio micelio alrededor en una primera etapa.
Se cree que la descomposición de un cuerpo bajo la fórmula de enterramiento convencional puede tardar décadas debido a la presencia del propio ataúd. En este caso, la estructura terminaría perdiendo sus cualidades en tan solo 60 días, por lo que los restos de la persona podrían descomponerse en un plazo de unos 2 años. Se trata, por tanto, de una fórmula muy interesante de dejar este mundo por la gran contribución que se hace al medioambiente.
Los métodos convencionales son destructivos para el Planeta. Las opciones convencionales de enterramiento incorporan toda una serie de propuestas de difícil descomposición, mientras que la cremación emite millones de toneladas de CO2 cada año. ¿Y si este tipo de alternativas biodegradables contribuyese a una mayor protección para las futuras generaciones? Bob Hendrikx está convencido de su potencial éxito.