Cada año, en las aguas del río Chicago ocurre un fenómeno digno de la fantasía celta: su corriente se transforma en un verde resplandeciente, evocando los campos de la mística Irlanda.
Lo que parece un acto de magia es, en realidad, una tradición meticulosamente orquestada por los fontaneros de la ciudad.
Pero ¿cómo comenzó esta costumbre? ¿Es seguro teñir un río entero? Y, sobre todo, ¿por qué ninguna otra ciudad ha logrado replicar este vibrante espectáculo con el mismo éxito?
El desfile del Día de San Patricio en Chicago es una celebración que data de 1956, pero no fue hasta 1962 cuando el río se tiñó de verde por primera vez. Todo comenzó un año antes, en 1961, cuando Stephen Bailey, entonces gerente del sindicato Chicago Plumbers Local 130, notó que la ropa de un fontanero estaba manchada de un verde brillante.
La causa: un tinte especial utilizado para detectar fugas en las tuberías. El tono era perfecto, una representación líquida de la Isla Esmeralda, como se conoce a Irlanda.
Inspirado por este descubrimiento, Bailey propuso teñir el río en honor a la festividad irlandesa.
Para la primera prueba, se vertieron 45 kg del tinte, logrando que el agua se mantuviera verde durante toda una semana.
Aquel acto espontáneo se convirtió en una costumbre anual, y con los años, la cantidad de tinte utilizada se redujo considerablemente para minimizar su impacto ambiental.
El tinte utilizado es un enigma bien resguardado por el sindicato de fontaneros. Aunque se sabe que está compuesto de ingredientes vegetales y es completamente seguro para el ecosistema del río, la fórmula exacta sigue siendo un secreto que ha permanecido intacto por más de seis décadas.
A pesar de los intentos de otras ciudades por replicar la tradición, ninguna ha logrado igualar la intensidad del verde ni la perfecta distribución del color en el agua. Este es un mérito exclusivo de Chicago y su equipo de plomeros expertos.
