Abogada, docente y ex alcaldesa de Cartagena
En el país hay una corriente, muy fuerte, de aquellos que solo quieren decir o contar lo que la mayoría quiere escuchar y en nuestro territorio no es la excepción.
La fuerte motivación de ser figura pública y la dependencia de la empatía arropa todos los sectores con las ganas obsesivas de ser los influencers o generadores de opinión con cualquier contenido de gobierno.
Dadas esas circunstancias, los escenarios de gobierno se basaron en el poco o mucho trabajo que puedan hacer los equipos de prensa, que en ocasiones, con gobernantes flojos, vagos o incoherentes les toca hacer el peor de los trabajos para mostrar la mejor cara de ellos en una actitud de acomodados.
Gobernantes que son amantes a los videojuegos o son adictos al alcohol son blanco de sus equipos de prensa para poder construir una narrativa de estadistas o ejecutores que no tienen, pero que se hace imperativo mostrar en redes a la ciudadanía habida de conocer los avances de planes de gobierno.
¡Oh sorpresa! Así como se logran narrativas creíbles también hay equipos por fuera que se encargan de devorarlas con la cruel realidad de una malla vial agrietada, un sobrecosto en contratación, un screenshot de conversaciones de los mandatarios descalificando lo que en público, por su libreto, deben hacer como cierto.
¿A qué jugamos en el país, en especial en nuestro territorio? ¿Jugamos a cumplirle a los ciudadanos que mayoritariamente los eligieron o a ser youtubers, influencers o campeón de Xbox en línea?
Creo que están a tiempo de cumplir sus planes, que la pandemia les ha dado también ventaja para que recompongan sus acciones equivocadas y fortalezcan las encaminadas a cumplir.
Finalmente, la ciudadanía está expectante del pan y del circo, pero la realidad social y sus indicadores les pide que trabajen sin doble moral.