Politóloga, magister en Gobierno y Políticas Publicas
Jamás hubiésemos pensado que las emociones jugaran un papel tan relevante en la gestación de los juicios sociales, económicos o políticos. Parece que la narración ha ganado la partida a la razón.
¿Qué guía hoy a los líderes políticos?, ¿la verdad?, ¿la ética?, ¿el bien común? ¿las actuaciones en las redes sociales en pro de generar populismo? o ¿sus ambiciones y sus frustraciones? ¿Cuál es el rigor intelectual de los más cercanos a los líderes? ¿Cuáles son las verdaderas motivaciones de los políticos de mayor confianza del líder, contribuir a la toma de las mejores decisiones o su necesidad de perpetuarse en los sillones de poder como única salida profesional propia?
Pareciera como si los líderes buscaran únicamente la influencia para ser recordados y no para contribuir con valor en favor de las sociedades. Hoy es necesario un mayor compromiso con la rigidez, el análisis y la empatía para dirigir la comunicación de las fuerzas políticas. Definitivamente, los líderes deben acercarse a la aptitud, a la innovación, a crear equipos, a atraer personas con trayectorias profesionales.
El reto hoy, de los partidos políticos, debe estar en las puertas de las escuelas para captar a los que sobresalen en liderazgo y en ética. En las universidades para atraer a sus talentos. Deberían levantar a los que mayores méritos y capacidades atesoren, abandonando la indigna rutina de promover a los más peregrinos. Los que jamás reconocerán al rey desnudo ante él. Hace falta más refinamiento intelectual, menos egos inflados. Más especialización, menos generalistas luchadores. Más ideas, menos decálogos en negrita. Más crítica, menos ombliguismo. Más actitud por entender la diferencia, menos espejos mágicos.
No estamos a la altura de las soluciones que requieren los nuevos tiempos y las nuevas sociedades. Se ha abandonado la gran política, el debate de las ideas desde la palabra, de las banderas partidistas y la reiteración de látigos apáticos. Ese ejercicio cínico de las fuerzas políticas ha provocado la desafección de una ciudadanía cada vez más pagana de la creencia en líderes carismáticos, la estafa hacia el colectivo social desde las instituciones y la ficticia polarización de las corrientes ideológicas durante las últimas décadas.
Mientras los líderes políticos acudan a los afectos demagógicos, al pasado, al individualismo, al rencor y al contraste se seguirá fomentando la incompatibilidad entre iguales.
Sin embargo, el líder del futuro deberá construir desde la lógica emocionante la capacidad de potenciar las individualidades para una ética compartida y solidaria, el Estado de Bienestar desde el esfuerzo y las obligaciones colectivas y la esperanza en el futuro.
El líder del futuro deberá ser integrador, so pena de no cumplir con los objetivos que la historia hoy demandar. El líder del futuro deberá ser capaz de inducir claridad, de canalizar la innovación, de concebir un futuro más corresponsable y llevadero, que responda a la transformación de las sociedades, que sea benéfico, que reclute por motores trascendentales y que construya puentes y alianzas. Al líder debe acompañarle el valor de defender ante la sociedad la diferencia entre necesidad y deseo.