Cartagena

Sexo en el balcón

Por: Óscar Borja

Abogado, especialista en Derecho Constitucional

No soy un puritano, pero si me considero católico, apostólico y romano. Como buen conservador, trato de cumplir con los mandamientos y con los sacramentos establecidos por la iglesia, al mismo tiempo que trato de cumplir con los deberes políticos y sociales que me impone la constitución. Aún  con todo esto, considero que no tengo el derecho de juzgar la orientación sexual de ninguna persona. Con los avances y transformaciones sociales debo convivir y sobre todo respetar a quienes tienen diferentes preferencias sexuales. Muchos de ellos, aportan a la sociedad creando empresas, generando empleos y contribuyendo al mejoramiento de la calidad de vida de quienes habitamos este planeta, sin hacer daño a su prójimo. Hoy podemos ver que incluso la Iglesia católica ha mostrado su apoyo y aceptación a los miembros de la comunidad LBTBIQ+.

Lo que realmente es motivo de reproche y aún me cuesta comprender es la degeneración en que puede caer un ser humano, al exponer su vida sexual hasta tal punto de practicar sexo al aire libre y en presencia de los transeúntes. No considero que esto se trate de libertad sexual o libre desarrollo de la personalidad, sino más bien una manera de perturbar la tranquilidad de la comunidad utilizando para ello el exhibicionismo.

Lo que ocurrió en días pasados en un balcón del Centro Histórico y ha ocurrido en repetidas ocasiones en la ciudad, me transporta al libro del Génesis, cuando las ciudades de Sodoma y Gomorra fueron destruidas a causa de su pecado, inmoralidad sexual, inhospitalidad, mentira, desidia en la búsqueda de Dios y de las buenas costumbres.

Hoy nuestra querida Cartagena se encuentra en un profundo abandono político. La prostitución invade las calles de la ciudad, el consumo de drogas, la delincuencia y homicidios en los barrios, son muestra de la precariedad moral que enfrentamos. Pareciera que la humanidad ha perdido la cordura y que sólo la misericordia del creador podrá salvarnos de la perversión que sobreabunda.

Los Cartageneros no podemos aplaudir este tipo de actos, ni permitir que los degenerados que ansían imitarlos, encuentren en esta ciudad el lugar perfecto para desatar sus perversas intenciones o seguir teniendo sexo en el balcón.

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