Cartagena

Sociedad en llamas

Por: Enrique del Río

Abogado, magíster en derecho profesor universitario, columnista

En los últimos días, en el marco de legítimos reclamos, hemos evidenciado crudos momentos de horror y sangreque nos devolvieron al infierno de otras épocas. Fue precisamente en este tiempo que optamos por esparcir elmás recargado odio, aquel que destruye hasta lo indestructible. Justo ahora cuando más se reclama el ejercicio del amor, empatía, solidaridad y unión para superar los embates de la muerte viral, que arrebata rauda la vida a su paso.

En medio de las protestas, hemos trenzado enfrentamientos tozudos olvidando que detrás de cada manifestante que ejerce su derecho, hay una vida, un futuro y una ilusión de cambio válida y respetable. Y, más allá del uniforme que representa la fuerza pública, mora un ser humano humilde, padre o madre, con familia ysueños de progreso. Si nos rasgamos las vendas del ego que ronda las ideologías, veríamos con claridad que anhelamos lo mismo, aunque caminemos por senderosdistintos, nos dirigimos hacia un rumbo común, la felicidad. Buscarla es la misión de todos los individuos sin importar el extremo en el que se encuentre.

Por eso, sin duda alguna, la violencia no es una opción, estamos en la época de la libertad, el respeto por la diferencia y del ejercicio pleno de las garantías.  Nada justifica el uso de la fuerza, justamente porque ella se engendra a sí misma multiplicándose infinitamente ydejando a su paso una estela trágica. No puede ser usada al enarbolar las acciones, tampoco al generar las reacciones. La paz está por encima de todas las cosas. Hace unos años Colombia lo demostró incluso contra las aparentes formas democráticas.

La insatisfacción social es evidente, son múltiples las razones que vienen de antaño y tienen de eje central la miseria del pueblo. Particularmente pienso que la solución no es fácil, ni se vislumbra en estos tiempos, pero los pasos hacia el cambio deben darse con firmeza echando mano de las vías constitucionales y legales, respetando la institucionalidad. Si no lo hacemos ahora, mañana será más complicado ante cualquier figura en el gobierno. De hecho, se impondrán las formas incendiarias cualmecanismo efectivo, como si el fin justificara los medios.

No creo que los reprochables actos vandálicos provengan de los auténticos manifestantes. Aquellas acciones delictivas y de aborrecimiento extremo tienen el peor de los matices y seguramente manos criminales alejadas de alguna finalidad loable. Las acciones violentas deslegitiman la filosofía de los reclamos y manchan irremediablemente la consigna del pueblo que alza la vozdesesperada.

No se trata de justificar la acción o represión, es más sencillo, buscar el equilibrio y la justicia con amor y por amor. El problema sigue en el interior, el odio quenace dentro y se proyecta sin filtros hacia el otro.

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